La labor de asimilación del ideario etnicista y de buena parte de la hoja de ruta de los nacionalismos por parte del PSOE, iniciada hace ya varios años con la llegada de Rodríguez a la secretaría general, culmina en estas elecciones. A los socialistas ya les votan los electores secesionistas y gracias a ello, el PSOE fagocita a buena parte del electorado etnicista.
Los votantes nacionalistas han podido comprobar a lo largo de estos años que Rodríguez es más eficaz para acercarse a sus objetivos que Carod-Rovira o Ibarretxe. Ya saben que votar PSOE es votar nacionalista. Y por eso han abandonado sus siglas regionales y se han pasado en bloque a las filas del zapaterismo.
Con estos resultados el panorama resulta muy esclarecedor: se concentra el voto étnico en el PSOE y hace su entrada en el Congreso de los Diputados una nueva formación de izquierda esta vez no nacionalista, UPD.
Dicen los etnicistas que la pasada fue la legislatura de la crispación. Dado el carácter nacionalista de los votos obtenidos por el PSOE, caben pocas dudas acerca del proceso de deconstrucción del Estado iniciado en 2004. En la medida en que siga avanzando, lo que llaman crispación de multiplicará. Si no hay rectificación en las filas de esta izquierda nacionalista que ha ganado hoy las elecciones, la próxima legislatura será un infierno.
Sí se persigue el castellano en Cataluña, señor Rajoy. Se persigue en Cataluña, y en el País Vasco, y en Galicia, y en Baleares. Cuando ustedes gobernaban y ahora.
Se persigue porque son muchos los que lo consienten: todos los militantes y dirigentes del Partido Socialista en toda España. Y son muchos los que miran para otro lado: esos dirigentes regionales del PP preocupados en primer lugar por lo suyo, y en segundo lugar, también.
La brillantez frente a un enano intelectual como Z no tiene demasiado valor, señor Rajoy. Solo hubiera faltado que el debate de anoche hubiera acabado con su derrota. Pero las componendas para lograrlo chirrían. Declaró usted que no pactaría con los nacionalistas en caso de necesitar sus votos para gobernar después del 9 M. Pero en pleno debate tuvo la osadía de afirmar que el español no se está persiguiendo en Cataluña.
Se pueden comprender muchas cosas, señor Rajoy. La tensión, la presión, los nervios. Pero a estas alturas la negación de la realidad, e incluso contradecirse a sí mismo, solo sirve para sembrar dudas sobre su futuro comportamiento.
¿Cree usted, señor Rajoy, que su falsa afirmación de anoche le va a reportar un solo voto en Cataluña? ¿Espera de verdad que un solo indeciso residente en esa región, o en cualquier otra bajo régimen nacionalista, se decida por usted tras escuchar su falsa afirmación?
El PP, como el PSOE, jamás ha entendido a los nacionalistas. Es cierto, no está contagiado como los socialistas, pringados hasta el carné de chapapote étnico, pero eso no supone que tengan carta blanca desde el electorado no nacionalista.
El voto útil va a ser fundamental en estas elecciones, señor Rajoy. Eso le va a salvar. Pero frente a los dirigentes de un Partido Socialista sumido en la pocilga identitaria, usted es desde anoche el mal menor. No se engañe. No tragaremos otra legislatura como la que acabamos de pasar.
Entre el voto oculto y la descarada manipulación que, según consta y está probado, practica Moncloa con las encuestas del CIS, lo del empate técnico puede ser cierto y puedo no serlo. La posibilidad de un triunfo de la oposición podría ser tan real como la de un segundo mandato para el hacedor de patrias. Pero el resultado tendrá un muy distinto coste para una y otra fuerza política.
La derrota de Mariano Rajoy comportará el triunfo de un modelo de Estado que a muchos nos parece nefasto y muy peligroso, pero para el Partido Popular no supondrá más que la retirada del candidato y su corte de honor y la renovación de caras. Que el sentido de esos cambios suponga un triunfo de las posiciones más templadas, que venza en la contienda la profundización en las raíces conservadoras del partido, o que suceda lo que está escrito y Manuel Pizarro acceda a la presidencia del PP, no deja de ser un asunto interno de los populares que poco concernirá a la marcha general del sistema.
Por su parte, la derrota de Rodríguez comportará inevitablemente un proceso bastante acelerado de descomposición del zapaterismo y la puesta en marcha de una operación de limpieza para desincrustar esa capa reaccionaria, radical y etnicista que ha empapado al PSOE durante el mandato de su actual secretario general. Bono y una parte de la vieja guardia actualmente marginada se aprestarán a sostener las siglas hasta que aparezca savia nueva, regenerada y creíble. Y eso puede llevar algún tiempo.
Pero el triunfo por otros cuatro años de Rodríguez no evitaría el proceso de podredumbre de la izquierda, al contrario, lo profundizaría. Con una victoria menguada, como la que prevén todas las encuestas y sondeos, Rodríguez se vería obligado a inclinar todavía más la cabeza, y sobre todo el Estado, ante los grupitos nacionalistas, actividad esta en la que tiene ya larga experiencia.
Cierto, desde el PP le dejarían en paz durante algún tiempo, afanados en lamer sus propias heridas, pero se equivocan quienes hacen cálculos optimistas desde las filas socialistas con respecto a la situación política tras un eventual triunfo de Z. Nada más alejado de la tranquilidad y la no crispación que un PSOE sin oposición y en manos de ERC, PNV, BNG y demás basura. Conviene recordar que las mayores manifestaciones de esta legislatura las ha abanderado la sociedad, no los partidos. Y si las veleidades radicales y étnicas del PSOE se desbocan, la calle se va a convertir en el cauce natural e inevitable del creciente cabreo de la mitad de la población, como mínimo.
El triunfo de Rodríguez supondría agravar aún más el deterioro político de una formación que, perdidos los referentes ideológicos, solo se mantiene unida porque ocupa el poder. Un partido que desde la llegada de Z se ha llenado de profesionales de la política en el peor sentido de la expresión, de gente que no ha hecho otra cosa en su vida que cobrar del partido, de personas que no han tenido jamás una nómina, que no han tenido que buscarse la vida, y para las cuales lo importante no son los principios, reducidos a la retórica de los eslóganes, sino mantenerse en el poder.
El triunfo de Rodríguez no le interesa a un país en riesgo de descomposición en tanto que el presidente actual es el responsable de la situación que estamos viviendo, pero tampoco conviene a su partido, que debe aprender de una vez esa elemental lección que desde hace cien años se le resiste: la que enseña que no todo vale para gobernar.
Vale, los de derechas son españolistas y fachas. De acuerdo. Y los que están en plataformas antinacionalistas son submarinos del PP, o sea, de derechas, españolistas y fachas, vale.
Cuando se critica la política territorial y antiterrorista del gobierno socialista se está haciendo el juego al nacionalismo etarra, vale, también de acuerdo. Los que dicen sentirse encantados de celebrar el 12 de octubre son todos franquistas. Muy bien. Y los defensores de la Constitución en realidad son reaccionarios disfrazados. ¡Ah! Y también fachas. De acuerdo.
Y aparte de todo eso, ¿qué más?
La izquierda zapatera carece de hoja de ruta. En los primeros tramos de la legislatura (y todavía hoy cuando la situación pinta mal) la sustituyeron por el “y tú más”: ANV la legalizó el PP, Aznar fue quien juzgó a De Juana Chaos, la acometida nacionalista se originó con el gobierno popular, etcétera.
También han disimulado su carencia de rumbo con insultos a quien disentía dentro y fuera de sus filas, en el Congreso y en los medios, en la calle y en la oposición. Facha, franquista, pepero, reaccionario...
Luego vinieron las mentiras: no estamos negociando, el estatuto catalán no se saldrá de madre, en Navarra no intentaremos gobernar si no ganamos, Montilla reconducirá la situación, esta vez vamos a por ETA.
Pese a todo ello, pese a llenarse la boca a todas horas con insultos y mentiras, la hoja de ruta sigue sin aparecer casi cuatro años después. Y ahora, por si no bastara, los líderes zapateros se han quedado sin discurso. Ya ni intentan contestar a las preguntas que los ciudadanos se hacen. Lo vimos hace un par de días con el propio Rodríguez, incapaz de explicar qué hará el día que Ibarretxe coloque las urnas en la calle.
Ahora, a la vista de que se empieza a notar demasiado la carencia de discurso y cuando queda en evidencia de manera escandalosa su carencia de proyecto propio más allá de la complicidad con el etnicismo, los socialistas zapateros han recurrido a un nuevo procedimiento. Vista la inutilidad de los insultos y las mentiras, para ocultar su vergonzosa nada recurren ahora a los videos.
En sus tres fases, agresiones verbales, mentiras y videos, el socialismo zapatero se ha basado en lo mismo: el insulto a la inteligencia del ciudadano. Nos toman por imbéciles. Y el último video de Rodríguez es una nueva prueba de ello. ¿Lograrán de aquí a las elecciones armar alguna propuesta, una alternativa sólida, creíble, que nos haga olvidar la sarta de chapuzas que han organizado hasta la fecha? ¿Serán capaces de decir algo que estemos en condiciones de creer aunque solo sea por un rato?
¿O tendremos que seguir aguantando el lamentable nivel de que hace gala la dirección del PSOE, sus mentiras, sus insultos y sus cintas de video?
Después de tres años llamando a la puerta de los militantes honrados del PSOE, nos hemos cansado. Se acabó. Que cada cual asuma su responsabilidad. Y en el supuesto de que tras esas siglas quede alguien decente, allá se las componga.
Todavía hay quien cree que en este asunto de los nacionalismos estamos ante una cuestión de gobierno y oposición, de izquierdas y derechas. Así lo creen los talibanes de las siglas y también los que siguen militando en el PSOE pero lo hacen frunciendo el ceño. Lo hacen quienes, a veces con la mejor de las intenciones, montan partidos cuyo único destino (con independencia de la voluntad de sus protagonistas) es el de dividir el voto y favorecer en último término a los nacionalistas.
Frente al asalto de la barbarie en cualquiera de sus modalidades (“amable” o pistolera, convergente o etarra, duranlleidista o batasuna, socialista o republicana), lo que está en juego es el estado y las instituciones democráticas. Por eso se ha acabado el tiempo de cortesía concedido a los militantes críticos del PSOE. Si siguen dentro, forman parte consciente de la maquinaria de destrucción de la convivencia colectiva y de la igualdad ante la ley en que se ha convertido su partido.
Durante tres años, en BBS hemos distinguido siempre entre los militantes y personas de izquierdas y los dirigentes de los partidos a los que votan. Pero tal como están las cosas, ya no hay diferencias entre simpatizantes, militantes y líderes.
Si los militantes y simpatizantes de la izquierda asisten impasibles al espectáculo de estas últimas semanas, si no alzan la voz para discrepar de sus dirigentes, que alientan la barbarie étnica y apuran los últimos movimientos para un cambio de régimen en toda regla, se convierten en colaboradores y cómplices. Y le dan la razón una vez más a César Alonso de los Ríos cuando escribía hace ya tanto tiempo que la patria de la izquierda son las siglas.
Cuando empezó la legislatura los nacionalistas reclamaban reformas estatutarias. Hoy exigen referendos de autodeterminación.
Uno de los argumentos recurrentes del nacionalismo de raíz socialista, uno de los que escucharemos más veces durante este curso electoral, hace alusión a la inquebrantable unidad de la patria.
Antes de que Rodríguez et alii pillaran la interesada gripe electoral españolista que en la actualidad padecen, solían acusar a los críticos con apaños legislativos como el estatuto catalán de estar en la inopia. ¿Veis, argumentaban, España no se ha roto? Como si el BOE se tuviera que comportar como los movimientos tectónicos y de pronto, al otro lado del Ebro, tuviera que separarse la tierra al estilo de las películas bíblicas de Cecil B. de Mille.
El caso es que la unidad se ha resquebrajado en España desde muchos puntos de vista. La voracidad reglamentista de los gobiernos regionales ha hecho una parte, y el hacedor de patrias el resto. Hoy los derechos civiles de los ciudadanos son distintos, dependen de las regiones en que estos se encuentran, porque la unidad jurídica y también la económica se han quebrado. Ha surgido la desigualdad territorial con reglas del juego que se aplican en zonas específicas, pero no en toda la nación. Las regiones “nacionalizan” de manera unilateral bienes de interés general que pertenecen a todos los ciudadanos del país. Y es frecuente contemplar el lamentable espectáculo que ofrece el Gobierno sentándose a negociar de igual a igual con determinadas delegaciones regionales como si se tratara de naciones de verdad.
Mientras tanto se ataca de mil maneras cualquier idea que suponga reforzar los vínculos que nos unen, llámese idioma, instituciones, tradiciones, fiestas populares o competiciones deportivas. Y desde el Gobierno se toleran todas esas agresiones, cuando no se alientan.
El nacionalismo socialista llegó al poder acusando al PP de haber dividido y enfrentado a los españoles y de haber atacado injustamente los legítimos derechos de algunas regiones. Pero casi cuatro años después, la división radical del país en dos bandos es un hecho. La agresión permanente contra la mayoría de la población (también en las regiones gobernadas por etnicistas) y la crispación han alcanzado cotas que resultan francamente preocupantes.
Cuando empezó la legislatura los etnicistas reclamaban reformas estatutarias. Hoy exigen referendos de autodeterminación. Rodríguez llegó a Moncloa asegurando que iba a sentarse a hablar con los nacionalistas y se comprometió a que después de ese proceso, los problemas se resolverían. Pero al final del trayecto lo único que hemos encontrado son procesos de secesión.
El país no se ha roto. Todavía. Como dijo el otro día el presidente del Gobierno, necesita un segundo mandato para terminar la faena.