"ETA extorsiona a los empresarios de forma aleatoria, bajo una de sus mayores falacias: si los empresarios contribuyen mediante el pago de sus impuestos al mantenimiento de un Estado represor, también deben contribuir con los luchadores por la libertad del pueblo vasco."
Usted es uno de los poquísimos empresarios que se ha enfrentado a ETA. ¿Qué consecuencias ha tenido su gesto?
Son muchos cientos de empresarios los que dan la cara, rechazando la extorsión, la amenaza y la bajeza moral de los criminales de la banda, pero es verdad que son héroes anónimos, que no quieren ni tienen por que romper el anonimato, entre otras razones por que aún tendrían que vivir en peores condiciones. Mi caso es distinto, como presidente de la Confederación de Empresarios de Navarra debo asumir las responsabilidades del cargo. En su día nuestro comité ejecutivo tomó el acuerdo de denunciar públicamente esta situación y buscar los cauces más adecuados para dar apoyo a nuestros empresarios. Pero asumir estas responsabilidades no es lo importante, lo que tiene mayor valor es convencer a los empresarios de que se mantengan firmes ante el chantaje y, conseguido este primer y más principal objetivo, darles apoyo, comprensión, amistad y afecto ante la dureza del problema al que se enfrentan. Profesionalmente no ha tenido para mi ninguna repercusión esta actividad. Personalmente, el reconocimiento de muchísima gente, empresarios, sindicalistas, ciudadanos normales, etc. Lo único malo, lo peor, lo más perverso, la pérdida de libertad que sufres por la irracionalidad de los asesinos de ETA y de quienes desde la sociedad y la política les dan cobertura. Pero esta situación siendo dura, lo es más todavía para la familia
Hay muchos ciudadanos que han tenido que dejar su tierra por causa del nacionalismo terrorista. ¿Hay cifras con respecto a los empresarios? ¿Se sabe cuántos son?
En Navarra, han sido muy pocos los empresarios que han dejado su domicilio habitual o deslocalizado sus empresas, pero sí muchos los que han modificado sus hábitos de conducta o temporalmente se han desplazado fuera de Comunidad Foral para dirigir sus negocios desde puntos más alejados. La cuestión importante es saber si se han perdido inversiones previstas de asentarse en Navarra y que por esta cuestión se han reorientado hacia otras zonas menos sensibles a esta lacra. En el País Vasco la situación es más complicada, entre otras razones porque la firmeza de su gobierno frente a este fenómeno es diametralmente distinta a la del Gobierno de Navarra, que siempre, con tregua y sin tregua, ha condenado cualquier acto terrorista, y la extorsión lo es.
Para que pueda funcionar de manera efectiva, la extorsión terrorista necesita muchos cómplices: informadores, intermediarios, recaudadores, “cajeros”. En otros tiempos no tenían problemas al respecto. Francia era el lugar habitual para estas cosas y se sentían seguros. ¿Cree que, a pesar de todo, siguen estándolo?
La estructura terrorista, aunque con una tendencia cada día mayor a la debilidad, está muy bien organizada y lo más terrible es que sigue contando con un apoyo social importante. Esta situación les permite moverse con cierta flexibilidad. En la medida que en Francia aumenta la presión sobre estos desalmados, operan con mayor dificultad, pero lamentablemente aún disponen de importantes medios para presionar a la sociedad española y a los empresarios.
¿Considera que el Estado se está enfrentando de manera eficaz a la financiación etarra? ¿Se podrían tomar más medidas?
Creo que este es uno de los problemas y me refiero al ámbito político, que no a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado. Desgraciadamente, en mi opinión, el Gobierno de España no ha calibrado debidamente la importancia de esta lacra. Durante la mal llamada tregua lo negó de forma sistemática y mintió de forma descarada y cruel a la sociedad española y a los propios extorsionados. Desde esa óptica es fácil deducir que los que denunciamos la situación y los propios extorsionados perdimos la confianza en nuestros gobernantes. Creo que se ha hecho poco para terminar con esta lacra.
¿Hay conciencia entre los amenazados de que ceder es, en cierta manera, colaborar con el terrorismo?
Sobre este particular no existe ninguna duda, aquí todo el mundo sabe para que sirve el dinero recaudado por ETA, como también se debe saber, aunque esto no lo tengo tan claro, que cualquier síntoma de debilidad ante la banda se convierte en un tormento para el extorsionado, que evidentemente explota ETA con una mayor presión. Los chantajeados deberían saber que quien paga una vez, no queda eximido de pagar para el resto de su vida, y además penal y moralmente es condenable contribuir al mantenimiento de la banda. Pero dicho todo lo anterior, tampoco hay que demonizar a quienes sucumben ante el terror, puesto que las condiciones de cada persona son distintas y la dureza de la extorsión, junto con la perversidad de los medios empleados, pueden, si no justificar, sí atenuar las decisiones que toma cada extorsionado, muchas veces en la soledad más absoluta.
A nadie se le puede exigir que sea un héroe. Es muy comprensible desde el punto de vista humano que un comerciante, por ejemplo, ceda y pague. ¿Qué se puede hacer para ayudarle y para evitarlo?
Es lo que tratamos de hacer, dialogar, argumentar, ponerle en contacto con quien le puede ayudar desde otra perspectiva. En definitiva, ayudarle a llevar con orgullo y gallardía su difícil situación. Pero sobre todo tratar de trasmitirle valores y llevar a su ánimo que la banda no tiene otro objetivo que el sembrar terror y para ello cuenta con su dinero.
¿Cree que la ciudadanía percibe a los empresarios amenazados como víctimas del terrorismo?
Sin ninguna duda. Llamaría la atención conocer las muestras de afecto y solidaridad que hemos recibido de ciudadanos anónimos por nuestro posicionamiento de denuncia permanente, y a la vez el odio y el rencor que nos muestran los que apoyan, que los hay, a los terroristas.
¿Qué se siente la primera vez que llega la extorsión de ETA? ¿Cómo se hace frente a semejante situación?
Con estupor, con incredulidad. Habitualmente el extorsionado se pregunta ¿por qué me toca a mi o a mi familia? ¿Qué he hecho yo para tener que soportar esta dura situación? Pero estas preguntas tienen una contestación sencilla y elemental. ETA, la más de las veces, extorsiona a los empresarios de forma aleatoria, bajo una de sus mayores falacias, que comete de forma habitual: si los empresarios contribuyen mediante el pago de sus impuestos al mantenimiento de un Estado represor, también deben contribuir con los luchadores por la libertad del pueblo vasco. Los que hemos tomado la decisión de luchar contra esta lacra social, bien sabemos que una de las situaciones más duras a las que nos enfrentamos es transmitir tranquilidad, apoyo y ayuda a las víctimas de la acción terrorista. Impresiona ver de cerca la mirada, la tristeza que transmiten los extorsionados, su incredulidad ante el hecho de que pueda existir gente de tan baja calaña, que por el simple hecho de ejercer la noble función de empresario, puedan verse amenazados. Y no solo el empresario sino también su entorno, su familia, las personas y sus bienes.
Antes la presión nacionalista solo parecía producirse en el País Vasco o Cataluña, pero ahora se extiende a algunas otras regiones.
Es que el nacionalismo vasco y el catalán han hecho un daño incalculable al concepto de Nación Española y muchos ciudadanos han entendido equivocadamente que el nacionalismo es una fuentes de obtención de ventajas de todo tipo, fundamentalmente económicas. Pero esto es pan para hoy y hambre para mañana, y la ciudadanía cada día percibirá mejor que el nacionalismo, además de insolidario, es perverso en sí mismo y no lleva a ningún parte. Menos aún al desarrollo de los pueblos y a la cohesión social.