Frente a quienes utilizan el castellano, el nacionalismo duda entre el paternalismo neocolonial y el desprecio insultante
Soy catalán pero quiero ayudar a los andaluces que residen en Cataluña. ¡Y me insultan porque les hablo en catalán! ¡Qué intolerantes son los españoles! ¿Cómo voy a liberarles de sus prejuicios franquistas si reaccionan así? Por ejemplo:
“El triste recuerdo de hace 25 años, cuando yo anunciaba una actividad ciudadana en un barrio de inmigrantes andaluces y me apedrearon el coche porque hablaba en catalán a través del megáfono. Yo era joven y pasé mucho miedo rodeado por aquellos hombres furiosos que me insultaban y golpeaban el frágil R4, pero el incidente no consiguió ponerme en contra los inmigrantes andaluces como colectivo.”
Es lo que tiene ir a civilizar indígenas. Llegas con la mano tendida del buen hombre blanco y te la muerden. Pero la agresión causada por estos pobres ignorantes (¡ese frágil R4!) se perdona cuantas veces sea preciso:
“Ahora, cuando me encuentro que pese a hacer tiempo que viven aquí me exigen que no les hable catalán porque dicen que no lo entienden y que tienen derecho a obligarme a mí a hablarles castellano, defiendo que son casos aislados, excepciones que, por ideología franquista o por ignorancia y estrechez cultural militan a favor de la persecución de esta nuestra lengua común.”
De “nuestra lengua común” O sea, el catalán. Hay que ver. Cómo son estos andaluces que tienen la inmensa fortuna de vivir en Cataluña, donde tanta gente les comprende y se aproxima a ellos con ánimo solidario e intención bondadosa. ¿Pero qué les costará dejar de hablar su idioma (de ideología franquista y estrechez cultural) y utilizar “la lengua común”?
Esta misionera del etnicismo nacionalista es María Dolors Sabater Puig, que firma su texto Andalusos.
El nacionalismo de expresión entre paternalista y colonial, muy extendido durante el último franquismo y en la transición, está de todas maneras en franco retroceso. Ahora lo que mola es el nacionalismo de convicción profunda que ha decidido romper drásticamente con “el enemigo”. Podemos recordar alguna de sus expresiones:
“Ya hace años que asisto a una escuela de trabajos manuales donde hay una profesora, creo que es aragonesa, que siempre habla en castellano, menos conmigo, ya que yo soy la única que le habla en catalán.
“Dejé de ir a un supermercado porque un día que buscaba un producto, me dijeron que lo preguntara a un empleado y me respondió: “No entiendo el catalán”. Yo el contesté que se buscara un intérprete porque yo no hablaba el castellano, y ya no he vuelto más.
“Me harto de predicar entre mis amistades que no hablen castellano cuando una persona les habla en esa lengua, pero no lo consigo. A pesar de que he regalado más de una vez el libro Catalunya vista per un alemany. Esto es preocupante.” (Núria Rosell i Rovira, S'ha de ser mal educat)
Otra muestra:
“Muchos catalanes procuran hablar el castellano en la calle porque creen utilizar un idioma superior. ¡Pobrecillos!
“Yo he viajado mucho por Europa. Nunca me he podido entender en castellano con nadie en ningún país europeo, con la única excepción de algún recepcionista de hotel, algún empleado de agencia de viajes o algún inmigrante.
“En Barcelona el castellano parece un idioma de taxistas, pero los taxistas de Europa no hablan español. Ni se habla en las reuniones nacionales o internacionales, ni en los congresos, ni en los pasillos de las universidades. Hay algunos europeos que asisten a cursos de español, pero quizá es porque tienen una segunda residencia en la Costa Brava y creen que así podrán hablar con las mujeres de la limpieza o con los tenderos que todavía no saben alemán.
“Sed realistas, ¿400 millones de qué? Con vuestro español podéis ir ‘a todas partes’: a Cuba, a Sudamérica, a México (o a los Estados Unidos para pasar por latinos sin papeles)." (Joan Esteve: Toqueu de peus a terra)