La bandera española no me produce una especial emoción. Ni la española ni ninguna otra. Y eso no me plantea ningún problema. No necesito ampararme en banderas para saber quién soy. El problema es otro. El problema es que cuanto más ladran los nacionalistas, más me apetece verla por ahí. Y hoy me he dado un atracón.
Gracias a Foro Ermua y a Convivencia Cívica Catalana me he dado un atracón de patriotismo. Aunque el patriotismo del banquete que algunos catalanes hemos compartido en Barcelona este 4 de febrero no tiene nada que ver con territorios, sino con leyes y principios.
Foro Ermua, Convivencia Cívica Catalana y un sinfín de asociaciones cívicas catalanas y del resto de España convocaron el sábado, 4 de febrero de 2006, el único acto que hasta ahora se ha celebrado en Cataluña contra el estatuto. ¿Es normal que durante dos años (larguísimos, monográficos, monotemáticos, compulsivos, obsesivos), dedicados al malhadado estatuto étnico de autonomía, nadie, absolutamente nadie, haya disentido en Cataluña? Y todavía niegan lo del pensamiento único...
Estaba todo el mundo bastante circunspecto en la sala del hotel donde se debía celebrar el acto. Hasta que 10 o 15 minutos antes del inicio, alguien, en un rincón de la abarrotada sala, con timidez al principio, sin el menor alarde, empezó a desplegar una bandera española. Fue el aplauso más largo del día. Fue también un síntoma.
El acto celebrado hoy ha dejado claro, diáfano, un hecho incontestable: la necesidad que hay en Cataluña de gritar “basta ya”. Las ganas que tenemos todos de chillar ¡libertad! Lo hartos que estamos de tanto chapapote étnico. La asfixia que ya no se puede seguir soportando.
Uno de los oradores, Santiago Abascal, Mikel Azurmendi, Francisco Caja, Mikel Buesa, alguno de ellos, no importa cuál, ha expresado el deseo colectivo, lo que todos llevamos años deseando escuchar: “¡No nos van a robar la Constitución! ¡Esto no ha hecho más que empezar!”
Otro ha formulado una aseveración brillante: “La paz (esa palabra que utilizan cuando se refieren al pacto con ETA) no es un valor constitucional. La solidaridad, la libertad, la igualdad sí lo son.”
El de hoy ha sido un banquete de ese patriotismo que consiste en compartir algunas ideas más que elementales:
- que la procedencia no aporta ningún valor añadido,
- que la única forma de preservar la libertad es defenderla todos juntos desde la unidad y no desde la división y el enfrentamiento,
- y que la patria no es ningún objeto tangible, no es un territorio, no es un pasaporte, ni una bandera, sino la voluntad colectiva de ser todos juntos libres e iguales en obligaciones y derechos.
Y entonces, ¿por qué los aplausos a la bandera española? Es una pregunta de necios. Porque la bandera que aplaudimos no es la enseña que Franco estuvo manoseando durante 40 años. Por el contrario, es el símbolo de esa patria cívica que es ley, obligación y deber igual para todos, tan alejada de las etnias y de la barbarie nacionalista.
Los convocantes no se atrevieron con un espacio al aire libre pero a mitad del acto en un recinto cerrado y abarrotado donde las dos horas largas de encuentro supieron a poco, muchos de los asistentes ya estaban proponiendo salir a la calle a gritar esas cosas que gritamos los fachas, “libertad, libertad”.
La última vez que algunos gritamos libertad por las calles de Barcelona fue hace muchos, muchos años, cuando el juicio de Burgos. Gritábamos “libertad” pero sobre todo “Franco asesino”. También reclamamos a gritos la libertad de algunos de nuestros profesores, encerrados en un convento y rodeados de grises. De ahí salió la asamblea de Cataluña. Gritamos “libertad” y “estatuto de autonomía” cuando logramos reunir la manifestación más grande de la historia de Barcelona, en plena transición.
Y hoy, si no hubiera sido por las palabras sabias, sensatas, de Inma Castilla de Cortázar, hubiéramos salido a la calle a gritar libertad de nuevo. Más de 20 años después. ¿Qué han hecho de nosotros los políticos que hemos elegido?