Solo hay una forma de progresar, de avanzar, de alcanzar nuevas metas y mejores condiciones de vida. Es una fórmula fácil y conocida, que ha demostrado muchas veces su eficacia.
Se trata de caminar todos juntos. Cada vez que, en pos de logros más o menos ambiciosos, la sociedad española ha decidido sacrificar a una parte de sí misma, hemos fracasado todos.
Ha sucedido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia de España. Muchos de los constantes y sangrientos enfrentamientos civiles que hemos padecido encuentran su raíz en ese desprecio a una parte de la nación.
En los últimos años un sector crucial de la sociedad española, las víctimas del terrorismo, están denunciando su creciente marginación.
Desde algunos poderes públicos las víctimas están siendo vejadas, insultadas y sobre todo ignoradas, mantenidas al margen de un proceso que las concierne directamente. Se las acusa de dejarse secuestrar por oscuros intereses, o de estar en manos de la oposición. Y el caso es que nunca resolveremos nada si no avanzamos juntos.
Cada vez que un dirigente político o un columnista sin nada mejor que hacer utiliza uno de esos argumentos, lo que está haciendo en realidad es darle una palmada de ánimo a los asesinos, a los terroristas, a los que han convertido a las víctimas en lo que son.
Cada vez que se insinúa que las víctimas están manipuladas o persiguen fines espurios, todos nos manchamos.
Cada vez que alguien lanza semejantes acusaciones sobre las víctimas nos contamina a todos, hace de la sociedad española un lodazal en el que la dignidad, la memoria y la justicia se convierten en valores pisoteados.