No es traición ni desmantelamiento del Estado. Estábamos equivocados. Es “un gran acuerdo político de convivencia que recoja la pluralidad de Euskadi”. El poder se corrompe un poco más.
Declaraciones del presidente del Gobierno el pasado fin de semana:
“Buscar la paz para el País Vasco, para toda España mediante un gran acuerdo político de convivencia, un acuerdo democrático que recoja la pluralidad de Euskadi y supere tantas décadas de desesperanza”. (Zapatero aboga por "un gran acuerdo político de convivencia que recoja la pluralidad de Euskadi")
Pellizquémonos. No es sueño, ni exceso de calor. Es que Rodríguez ha descubierto que España es singular y por lo tanto necesita “un gran acuerdo político de convivencia” ya que en “Euskadi” no hay pluralidad.
Los socialistas, con su jefe de filas a la cabeza, han decidido que este es un país semidictatorial, o cuando menos burdamente democrático. Sin duda porque venía de ocho años de gestión de la derecha. Habían de llegar ellos, los ungidos, para hacernos ver el engaño en el que vivíamos y para alumbrar nuestro nuevo destino: “la pluralidad”.
Suponer que en “Euskadi” no hay democracia y que es necesario un acuerdo que recoja su “pluralidad” es tanto como decir que el nacionalismo, con ETA a la cabeza, tenía razón. Es compartir punto por punto el discurso del terrorismo. Es decir que los crímenes de ETA desde 1960 hasta hoy han tenido sentido. Si no hay “pluralidad”, ¿qué habían de hacer? ¿No habrá que comprender una situación tan injusta, en la que tantos habrían tenido mermados sus derechos cívicos?
El cinismo del presidente del Gobierno no tiene parangón en la política española. O tal vez sí. Con el mismo ademán de sincera convicción, con la misma apelación a la honestidad, a la paz y a los valores más admirables, otros socialistas, en otros tiempos, defendieron exactamente lo contrario. Pero vivimos en un país sin memoria. Nadie asocia ya los GAL al PSOE. Aunque como entonces, para sus dirigentes el fin justifica los medios.
El poder se corrompe un poco más. Quién sabe si también la nación que lo consiente al aceptar que las víctimas son ahora los asesinos.