Hace ya bastante que dejé de entenderles. Pero en los últimos meses mi perplejidad supera todas las previsiones. Jamás hubiera creído que terminaríamos escuchando a los líderes socialistas defendiendo a etarras con las manos llenas de sangre.
Jamás imaginé que los dirigentes de uno de los dos principales partidos de España, de uno de los tres que fueron capaces de traer la democracia, terminarían convirtiéndose en portavoces de los terroristas. No os entiendo.
Hasta hace unos meses os limitabais a decir lo mismo que los nacionalistas, utilizabais el mismo lenguaje que los etnicistas han utilizado para comprender, amparar y justificar el terror. Pero ahora les habéis superado y habláis ya como los batasunos de ETA.
Ahora razonáis como quienes alientan el asesinato por motivos supuestamente políticos. Comprendéis a los terroristas que queman las calles y a los asesinos en serie que dicen estar en huelga de hambre. Comprendéis a quienes asesinaron a los vuestros, que son los nuestros, los de todos. A esos decís que los comprendéis.
Aunque, con ser todo esto repugnante, lo que me resulta más difícil de digerir, lo que me hiela la sangre es que vosotros, con los que hemos compartido hasta hace bien poco el viaje, sabéis lo que estáis haciendo.
Pocos lo compartís. Pocos de entre vosotros estáis de acuerdo con el camino suicida al que os arrastra (nos arrastra) Rodríguez. Pocos deseáis recorrer ese ignominioso sendero que hunde para siempre vuestras siglas en la vergüenza.
Y sin embargo calláis. Consentís. Miráis para otro lado. Os abstenéis. Estáis desarrollando el comportamiento propio de una secta. Y si no os desprogramáis a toda velocidad, compartiréis con ese insensato la vergüenza.