El cinismo más repugnante va impregnando todos y cada uno de los avances del nacionalismo terrorista frente al estado de derecho, al que Rodríguez ha humillado con su política de acercamiento a ETA, llamada por los socialistas “proceso de paz”.
Los nacionalistas armados se muestran dispuestos a aceptar “un escenario de paz” siempre y cuando se establezcan “comisiones de la verdad” y se preparen los debidos homenajes a los asesinos etarras.
Tras retorcer los hechos a fin de presentar a los nacionalistas armados como víctimas, quienes les apoyan y les encubren, sus cómplices, terminan asegurándonos que están dispuestos a perdonarnos la vida si terminamos de aflojar nuestra dignidad y nuestra conciencia:
“Hay militantes de una parte (categoría que no incluye sólo a militantes armados) y servidores del Estado de otra (que incorpora no sólo a las llamadas Fuerzas de Orden Público).
“Las víctimas propiamente dichas son las personas y colectivos no incluidos en ambos polos que por una u otra razón se han visto envueltos en contra de su voluntad en el conflicto político y han padecido sus consecuencias negativas.
“Corresponde, pues, a los estados español y francés, para nosotros principales responsables del mantenimiento del conflicto, el resarcimiento del daño causado tanto a sus servidores como a las víctimas en el sentido señalado, adoptando las medidas morales y materiales que se consideren adecuadas para ayudar a paliar las consecuencias, medidas que, por cierto, se están utilizando ampliamente en algunos supuestos (apoyo a las «víctimas del terrorismo»).
“En el caso de nuestros militantes nos reconfortamos con el reconocimiento de su sacrificio por parte de nuestro pueblo y exigimos al Estado que respete los actos organizados en su memoria.
“Lo que conlleva la abolición de las leyes y normas crueles que bajo los títulos de «apología» o «exaltación» del terrorismo tratan de impedir con violencia y coacción la expresión de las muestras de cariño y solidaridad de la gente a ellos y a sus familiares.
“También nos gustaría que en una futura Euskal Herria libre sus instituciones representativas les rindiesen homenaje en agrade- cimiento a su contribución a la liberación de su nación, al igual que lo hacen todos los pueblos verdaderamente agradecidos al esfuerzo de sus luchadores
“Pero en este conflicto ha habido militantes muertos, desaparecidos, «suicidados», asesinados extrajudicialmente, torturados, agredidos con violación estricta de las propias leyes de los estados.
“Estos casos reclaman el conocimiento de la verdad de lo sucedido y la exigencia de responsabilidad a los autores directos y a los responsables principales de esas acciones. Solicitamos justicia ante estos hechos y el recuerdo permanente a su memoria y a la causa por la cual lucharon.
“En este sentido, consideramos la conveniencia de crear comisiones de la verdad que hagan un balance y analicen con ponderación y justicia el coste pagado por nuestro pueblo como consecuencia de la utilización de la violencia del Estado contra personas y colectivos con el objeto de conseguir objetivos políticos.
“Y ello con la intención de que no se repita el cierre en falso que supuso el pacto de silencio criminal aprobado en la transición y que tanto sufrimiento e injusticia ha engendrado.
“No nos mueve ningún deseo de venganza ni guardamos en nuestro espíritu odio alguno. Nuestros familiares y amigos murieron y padecieron la violencia del Estado por defender los derechos de Euskal Herria.
“Por ese motivo, si llegase el día en que estos derechos fueran reconocidos y respetados, no tendríamos ningún inconveniente en apoyar todas aquellas medidas que se considerasen necesarias y tuviesen por objetivo contribuir a crear un auténtico escenario de paz. Escenario que permitiese restañar, en lo posible, las heridas producidas, dentro de una verdadera y justa recomposición del espacio de convivencia social y humana.” (Víctimas y militantes)