Cosas que suceden cuando las “naciones” no son más que morralla retórica: el futuro de la “nación” catalana pasa, al parecer, por una hora más o menos de castellano en las aulas.
Los emboscados nacionalistas catalanes que han sobrevivido a las elecciones regionales se explayan en los subvencionados medios de comunicación étnicos (si no fuera así, habrían desaparecido) y, cada vez más histéricos, reclaman desde la independencia ya mismo hasta el rechazo beligerante al decreto educativo de un Gobierno que, siempre pacato, no ha llegado siquiera a recorrer la mitad del camino y se ha conformado con el pasteleo de los 60 minutos adicionales.
La medida es ni más ni menos que una inmensa tontería. Desde la peregrina visión del mundo de un profesorado formado en universidades donde se enseña que la Historia empezó en 1714, hasta los males de una ley educativa común en todo el país, pasando por la inmersión de toda la actividad docente en el chapapote etnicista desde hace casi 30 años, el sistema educativo catalán está podrido y una hora no lo va a remediar.
Por otro lado, la guerra lingüística desatada por los nacionalistas, que utilizan los idiomas como armas de destrucción masiva de la convivencia (por más que ahora ERC trate de cambiar de estrategia), requiere meter el bisturí a fondo, abrir al enfermo de arriba abajo y dejarlo como nuevo.
Este enfermo al que llamamos sistema educativo étnico, que se propaga como la gripe por las regiones con gobiernos nacionalistas y/o socialistas, requiere medidas contundentes.
En el caso de Cataluña, el catalán debe dejar de ser lo que llaman “lengua vehicular” de la enseñanza, que es la forma manipulada de reflejar la expulsión del castellano de las aulas. Las asignaturas sin contenido lingüístico, las matemáticas, la historia, etc., deben impartirse en la lengua que decidan los padres. Y si ello implica que existan dos sistemas educativos, uno en castellano y otro en catalán, pues bienvenidos sean.
Resulta aburrido tener que seguir mencionando a estas alturas semejantes obviedades. Y resulta sorprendente la escasa convicción nacionalista de los propios nacionalistas, que ven amenazada su supuesta identidad por 60 minutos a la semana de castellano.
Por otro lado, ¿qué clase de “naciones” son esas cuyos cimientos tiemblan ante el aprendizaje de una de las lenguas más habladas en el mundo?
Pero no nos engañemos. El establecimiento de dos sistemas lingüísticos de enseñanza no remediará la catástrofe nacional en que se ha convertido la educación. La única solución a semejante fracaso colectivo empezará solo cuando se anulen todas las transferencias a las autonomías en materia educativa.
Para resolver de verdad los problemas de la educación hay que empezar recuperando para el Estado las competencias correspondientes. Luego, tras el común acuerdo de PP y PSOE, habrá que estudiar como se reorganiza todo este follón vergonzoso y cómo se refleja la solución adoptada en la Constitución, que en este sentido sí es urgente revisar.
El Partido Popular ha propuesto recientemente una serie de reformas constitucionales basadas en la recuperación para el Estado de determinadas competencias. El PSOE se ha apresurado a rechazar la iniciativa. Solo si los socialistas recuperan en algún momento la cordura y se libran del insensato que tienen al frente, será posible avanzar en la dirección correcta.
Pero no nos hacemos demasiadas ilusiones.