"Claro que me siento superior a los españoles, estamos varios escalones por encima en la escala evolutiva."
"A veces algún español me reprocha que me sienta superior por ser catalán. Claro que me siento superior a los españoles, estamos varios escalones por encima en la escalera evolutiva. Hemos salido de la cueva y tenemos otros argumentos que los de afirmación genital y la pedrada. No vivimos de robar a otros pueblos, ni de exterminarlos. Somos superiores. La libertad es nuestra esperanza y vuestra peor pesadilla." (Salvador Sostres en Avui, 6.1.08)
Es cierto, la libertad es nuestra esperanza. La esperanza de que un día cada vez más cercano acabaremos con esta enfermedad que contamina a amplias capas de la sociedad española y que está suponiendo un retroceso de décadas en la convivencia, la tolerancia y la calidad de vida de nuestro país.
Porque el nacionalismo es básicamente eso, deterioro en todos los niveles. Se aprecia de manera bien visible en los lugares donde lleva más tiempo aplicándose. Las consecuencias de convivir con la violencia nacionalista afloran en la sociedad vasca y catalana, donde los valores sociales han resultado dañados y la libertad de expresión adquiere rasgos chavistas. Según el informe PISA, los peores resultados académicos de toda España se dan en Cataluña. Según el Indice de Desarrollo Humano de la ONU, la esperanza de vida retrocede en esa misma región. Según el informe FUNCAS, la economía catalana camina hacia atrás, superada por cada vez más regiones.
Tras treinta años de detentar el poder de manera ininterrumpida, los nacionalistas sostienen que la culpa de todo es de otros. Y la mayoría de la gente termina creyéndoselo, otra indicio más del deterioro social.
No hay nacionalismo sin corrupción del tejido social, como no lo hay sin racismo. Se puede matizar, se puede adjetivar y disimular con mayor o menor fortuna, pero el componente étnico es esencial en todos los nacionalismos.
Frente a los asilvestrados, los Sostres, Malló, Ibarretxe y Ternera, están los que quieren disimularlo. Para ello recurren a florituras retóricas, pero se atienen al guión KKK que aplican con rigor todas las ramas del etnicismo. Miquel Iceta, viceprimer secretario y portavoz del PSC, en declaraciones a Catalunya Ràdio:
“Necesitamos a los medios públicos para fabricar catalanistas. Es decir, hay gente que puede pensar que los medios públicos deben radicalizar a los que ya son catalanistas para hacerlos nacionalistas o independentistas. Algunos pensamos que esto es un objetivo legítimo que no compartimos pero querríamos que fueran catalanistas gente que no lo es”.
No hay diferencias porque el nacionalismo no es una ideología sino una estrategia. Una estrategia que nace del instinto depredador del que quiere la cartera del otro (balanzas fiscales, victimismo económico) y del instinto racista del que necesita de la pedagogía del odio para sobrevivir. Unos se sitúan en una fase de la estrategia, otros en un momento distinto. Pero todos están en el mismo camino.
Moderados o radicales, todos los nacionalistas comparten su pulsión étnica. Y contaminan la convivencia. Son nuestra peor enfermedad. Por fortuna, estamos vacunados y empezamos a generar anticuerpos. Es cierto, la libertad es nuestra esperanza. Y su peor pesadilla.