El segundo documental dedicado por TV3 a la banda terrorista del nacionalismo catalán muestra el verdadero carácter de sus protagonistas: son un grupito irrelevante de tarados políticos.
La televisión del tripartito ha vuelto a la carga con su apología del nacionalismo terrorista. La segunda entrega dedicada a la banda Terra lliure se ha emitido y los tinglados-coartada montados por el gobierno regional catalán, los CAC y demás zarandajas, han demostrado otra vez para qué fueron creados.
La censura que manifiesta la cadena regional TV3 ante las ideas ajenas enmudece frente a un puñado de asesinos si llevan barretina. El segundo documental dedicado a la banda terrorista del nacionalismo catalán muestra, seguramente de manera involuntaria, el verdadero carácter de sus protagonistas: fueron en su momento un grupito irrelevante de tarados políticos y son en la actualidad cuatro fracasados sin discurso.
El espectáculo de cuatro asesinos balbuceando excusas a propósito de su actuación ha resultado muy instructivo. Los miembros de Terra lliure no parecen haber progresado gran cosa. Todavía no han aprendido a hablar, mantienen ridículas justificaciones propias de campesinos albaneses de los tiempos de Enver Hoxha, y son los protagonistas de una historia de “resistencia antifranquista” de lo más peculiar: fundaron su banda cuando el dictador estuvo bien muerto y enterrado.
Aunque no se sabe quién produce más compasión: si los cuatreros catalanistas o los no menos catalanistas empleados de TV3 que, haciéndose pasar por periodistas, firman un reportaje mediocre, sin ritmo ni contenido, deslavazado, repetitivo y lento, plagado de tics adolescentes y citas propias de diario quinceañero de niño bien progre.
A modo de epílogo, uno de los asesinos concluye al final del programa con una reflexión muy significativa. Reconoce que ellos no lograron su objetivo, la independencia de su supuesto país, pero señala con gesto severo y revanchista que “los de ahora”, los republicanos y convergentes, tampoco lo han conseguido. Y en efecto, así ha sido. Pero de ese hecho tan bien descrito no extraen jamás los nacionalistas las conclusiones correctas: ni con las armas, ni sin ellas, conseguirán nunca levantar ese invento “nacional” que arrastran por las cloacas de la política nacional. Y no lo conseguirán porque no responde en medida alguna a la realidad.