Las imágenes del Carnicero de Legazpia recuperando la libertad gracias a la pasividad de nuestra clase política y de esa judicatura tan presta a tomar la iniciativa en otros casos y tan callada en este (cuando no otra cosa), han provocado reacciones de todo tipo entre la gente decente y han puesto en evidencia a los demás.
En La Rosa Blanca, Alejandro Campoy ha dejado constancia de la situación que vive la resistencia cívica frente al, digamos, “pensamiento” Z, en un interesante texto titulado La desactivación total de la resistencia cívica. La tesis de este texto la resume de este modo su autor:
Hoy asistimos, una vez ZP ha visto renovado su mandato en las pasadas elecciones, a la liquidación sistemática de todos y cada uno de los actores de esa gran rebelión cívica.
Esta liquidación pasaría, según Alejandro Campoy, por la desactivación del PP, de la AVT y del Foro Ermua, y por las sentencias contra Losantos y el acoso a la COPE.
Al margen de los comentarios de los friquis de turno y de los representantes on line de la ceguera voluntaria, cuando no de la ignorancia, el post ha suscitado en sus lectores reflexiones tan interesantes como el artículo que las desencadena.
De un comentario al artículo El Wednesday Meeting he tomado prestado el título del que está usted leyendo ahora. Se trata de una anotación de Cristina Falkenberg desde su admirable optimismo de trinchera:
Lo fundamental en España es que consigamos no sólo no perder el pulso sino que las cosas pasen de los blogs al BOE.
Las palabras de Cristina Falkenberg definen bien el desafío al que nos enfrentamos: la necesidad de trasladar desde la red a la conciencia ciudadana, y por lo tanto a los programas de los partidos, la exigencia de un mayor compromiso y el rechazo al oportunismo, la demagogia y el populismo. La situación que al respecto describe La Rosa Blanca resulta un tanto amarga. Campoy rechaza la idea de derrota pero parece presentir una situación de trincheras tan inamovibles como minoritarias:
Puede que aún el zapaterismo conozca un tiempo en que parezca que toda la disidencia ha sido eliminada (…) Nosotros iremos hasta el final, y podremos decir con orgullo con Joachim Fest cuando la tormenta haya pasado: “Yo no”.
Frente al panorama de acoso que con acierto describe Alejandro Campoy, ¿está justificado el optimismo de quienes creemos que esta batalla no ha hecho más que empezar y, de momento, la vamos ganando?
Hace unos días, un representante de la izquierda intelectual más genuina, esa que no termina de tragar con el zapaterismo aunque hasta ahora se ha mantenido fiel a las siglas, hablaba de “desafección” para definir la situación en la que se encuentran cada vez más personas de izquierdas en nuestro país:
Zapatero nos avisaba de que él no iba a aplicar la mejora de la ley del aborto porque, aunque estaba en el programa electoral, jamás le habíamos escuchado defender el sistema de plazos. Los socialistas madrileños parecen asistir tranquilos al desguace de la enseñanza pública en la comunidad que preside Esperanza Aguirre.
En todos los casos se atisba un retroceso en las libertades o en los principios. Hay un discurso que lleva dentro la idea de calmar a la derecha, política o social. Yo tengo que confesar una gran vergüenza: uno de los argumentos que barajé para decidir mi voto en las últimas elecciones fue el miedo a la derecha, que traía consigo un tono y un explícito mensaje capaz de poner los pelos de punta a cualquiera. Pero la mínima decencia me obliga a negarme la posibilidad de incurrir de nuevo en algo así. Porque la democracia y la libertad me importan demasiado.
Sé que lo que digo no responde a un caso aislado. Cada vez hay más ciudadanos que se preguntan sobre su voto. Ciudadanos que, por estar a favor de una democracia solidaria, de derechos y libertades, están más al borde de la desafección. (El País, 3.8.08)
No es esta la primera reflexión que aparece desde la izquierda señalando el desencuentro de una parte de sus votantes con el gobierno y su partido justamente en el terreno que nos resulta más interesante: el de la batalla de las ideas.
No tiene en cuenta el periodista, autor del artículo extractado, un factor esencial para comprender lo que le está sucediendo a la izquierda en España, y es el hecho de que los partidos no modifican su estrategia por capricho. Ni siquiera los de izquierdas.
Si ha habido un giro en la práctica política del PSOE es precisamente porque la ciudadanía no acepta unos postulados que están cada vez más alejados de la realidad:
- Nadie en su sano juicio defiende ya el aborto como la solución a un problema (?) o la respuesta a un derecho de las mujeres. A medida que tienen más información, los ciudadanos rechazan el aborto. Y en España, de un tiempo a esta parte, gracias a iniciativas como las de HO, o las del Grupo Intereconomía y muchas otras, y gracias a la firmeza y claridad de la Iglesia, empieza a haber mucha información.
- Esa misma información empieza a llegar también al ámbito de la educación. A quien ha comprendido lo que es, por ejemplo, el cheque escolar, difícilmente le vuelven a colar la majadería de la enseñanza pública que pregonan algunos. De la misma manera que nadie que conozca a fondo sus contenidos, traga con EpC en nombre de la educación cívica.
El presidente del gobierno del PSOE no está manipulando el voto de sus seguidores, como denuncia este periodista. Lo que está sucediendo es muy, pero que muy distinto: el señor Rodríguez se está rindiendo. Porque después de cuatro años ha descubierto que no puede luchar contra la realidad.
Y la realidad hoy en España, por más que les pese a los recalcitrantes y al propio creador de ese artefacto al que llamamos buenismo, pasa por el combate de cada vez más ciudadanos para acabar con ese crimen contra la Humanidad que es el aborto, y por recuperar en la enseñanza los valores que antaño sirvieron para que una generación de anónimos héroes olvidados levantara el país de la nada.
Pasar de los blogs al BOE no va a resultar fácil. En la premonitoria introducción a su libro Las ideas tienen consecuencias, Richard Weaver escribió (¡en 1948!):
Al asomarnos a los cataclismos de nuestro tiempo, lo que más nos impresiona es la incapacidad del hombre para estar a la altura de estos desafíos. En el pasado, las grandes calamidades, si no grandes virtudes, al menos suscitaban reacciones heroicas, pero de las espantosas sentencias pronunciadas contra el hombre y las naciones en décadas recientes, lo que nos llega es el eco de la trivialidad y sus disfraces. Una extraña disparidad se ha Instalado entre el drama de las acciones y la conducta de sus protagonistas, de tal suerte que acabamos teniendo la sensación de estar asistiendo a una función en la que los actores no comprenden lo que están representando.
Conquistar el BOE no será una tarea ni sencilla, ni rápida. Pero paradójicamente, con la derrota del PP en las pasadas legislativas, hemos ganado las primeras batallas. Y en este sentido, el texto de
El País al que hemos aludido constituye un trofeo que añadimos a otros muchos y que nos conducirá a derrotar definitivamente el arcaico pensamiento único tan aparentemente enraizado en nuestra sociedad.
No lo lograremos porque tengamos la razón, que la tenemos, sino porque ninguna sociedad se suicida alegremente y porque la ciudadanía, entre el sentido común y la utopía, termina siempre eligiendo la vía más razonable. Aunque sea la menos romántica y la que cuesta más esfuerzo.