Los musulmanes tenían todas las de ganar. Las fuentes árabes de la época hablan de 600.000 guerreros llegados en su mayoría de Africa. Las cristianas mencionan que solo en tropa a caballo, los musulmanes disponían de 200.000 jinetes.
Los historiadores actuales calculan de 100.000 a 150.000 almohades y entre 60.000 y 80.000 cristianos.
Sin embargo con ese número inferior de fuerzas, soldados procedentes de todos los reinos cristianos detuvieron el último intento serio de ocupar total y definitivamente la Península. Y tras la batalla de Las Navas de Tolosa empezó la quiebra del imperio musulmán almohade en España.
Hoy, 797 años después de un acontecimiento que ya no recordamos pero que marcó nuestro destino y la identidad y el carácter de nuestra civilización, se inaugura en el municipio de Santa Elena el Museo de la Batalla de Navas de Tolosa.
797 años después, ni uno solo de los representantes políticos de nuestro país ha hablado de España con motivo del debate sobre el nuevo modelo de financiación autonómica.
En un asunto en el que lo lógico hubiera sido que se plantearan las necesidades colectivas, todas las voces, absolutamente todas, de todos los partidos, absolutamente todos, han olvidado que este país sigue siendo España, una nación que empieza en el Cantábrico y termina en el Estrecho, y se extiende desde el Mediterráneo hasta el Atlántico.
Esta semana todos los políticos de todos los partidos han alzado la bandera del más ruin de los cantonalismos y han exhibido impúdicos sus dotes para el onanismo identitario. Como en 1873 al grito de Viva Cartagena, patéticos líderes de partidos que se autoproclaman nacionales han dispuesto sus cañones para bombardear al vecino con el que conviven desde los tiempos de Julio César.
Disputándose un dinero que no le pertenece, la clase política española ha ofrecido esta semana el espectáculo más repugnante de los últimos años. Olvidando que están en el cargo gracias a una Constitución que se adjetiva española, cada cual ha colocado en lo alto de su mástil el trapito correspondiente, a cuál más estrafalario, banderines, los unos, inventados en noches de compulsiva borrachera identitaria, los otros simplemente copiados de los primeros.
“¡Yo más!” El discurso de nuestros políticos ya solo conoce un lema, el eslogan de los mediocres, moscas revoloteando alrededor de su propia mierda.
En la última encuesta del CIS los ciudadanos dan muestras de despertar. El quinto problema de nuestra vida colectiva, según el barómetro de junio, ya no es la inseguridad ciudadana sino la clase política. Empezamos a ver a nuestros representantes como el problema, y no como la solución.
“¡Yo más!” No hay discurso nacional. Nadie ha mencionado a España mientras revoloteaban estos días alrededor de la caja reventada que todos los ciudadanos llenamos mes a mes con nuestro trabajo.
Hoy, 797 años después de Las Navas de Tolosa, yo no recordamos los nombres de los héroes cuya gesta contribuyó a forjar nuestra civilización, nuestra identidad y nuestra cultura. Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón, Diego López de Haro, el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada.
Cada uno de ellos procedía de un reino, pero todos hablaban de España, de la Hispania que habían perdido sus antepasados, en el 711, y que se proponían restaurar.
Un objetivo común. Una nostalgia compartida. A pesar de las diferencias y las rivalidades. Un destino por el que arriesgaron sus vidas hace hoy 797 años.
¡Dios nos libre de los mediocres!
- José Javier Esparza sobre la Reconquista, porque fue eso, volver a conquistar un territorio usurpado.
- El relato de la batalla, según Juan Eslava Galán