En medio de un Estado en desguace, al que asisten en silencio sus más altas instituciones; con un Tribunal Constitucional que debería estar ya clausurado dada su inoperancia y su probada dependencia del poder de turno; con una Constitución que está siendo reformada de manera indirecta y fraudulenta por el propio Gobierno de la Nación; con una ciudadania cada vez más empobrecida; ante ese panorama siniestro y descorazonador, el único discurso importante que el heredero de la Casa Real pronuncia en todo el año lo dedica el Príncipe de Asturias a tocar el violín.
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