En medio de un Estado en desguace, al que asisten en silencio sus más altas instituciones; con un Tribunal Constitucional que debería estar ya clausurado dada su inoperancia y su probada dependencia del poder de turno; con una Constitución que está siendo reformada de manera indirecta y fraudulenta por el propio Gobierno de la Nación; con una ciudadania cada vez más empobrecida; ante ese panorama siniestro y descorazonador, el único discurso importante que el heredero de la Casa Real pronuncia en todo el año lo dedica el Príncipe de Asturias a tocar el violín.
El peor sistema educativo de la OCDE, es decir, los ciudadanos peor preparados de los 33 principales países del mundo.
El país occidental donde se consume más droga y uno de los más corruptos.
El lugar de la UE donde más crece el porcentaje de crías que abortan.
El país donde cuatro provincias pueden decidir la creación de un servicio diplomático.
La nación europea que alberga más mafias y organizaciones del crimen organizado.
El país donde hay más coches oficiales de Europa.
La democracia donde ningún ciudadano elige directamente al presidente del Gobierno, ni a ningún diputado, ni a un solo presidente de comunidad autónoma, ni a ningún alcalde, ni siquiera a un concejal.
La nación que ha convertido a uno de cada cinco de sus ciudadanos en pobre.
Aquella en la que terroristas reconocidos ocupan alcaldías y reciben dinero público.
El país en cuyo territorio hay amplias zonas donde no se puede utilizar libremente la lengua de ese mismo país.
Ante este panorama, Don Felipe de Borbón considera que la solución de los problemas de los ciudadanos pasa por la cohesión nacional, asunto al que la Casa Real nunca pone nombres ni siglas, y por el fortalecimiento de unas instituciones que la ciudadanía rechaza.
Resulta curioso escuchar las expresiones “integración” y “cohesión” en boca de un miembro de una Casa Real cuyo Estado está patas arriba y cuya nación se deshace.
En el pasado los Borbones cometieron un error que siempre acabó mandándoles al extranjero: el de pensar que hicieran lo que hicieran, la cosa no iba con ellos.
El Rey suele hablar de la unidad de España. El heredero, pocas veces. Pero uno u otro lo hacen mientras el Gobierno dispone los mecanismos para acabar con ella. Las consecuencias las pagaremos todos los ciudadanos en la próxima generación. Y todas las instituciones del Estado.
El único negocio de la Corona se llama España. Y en cubierta ya no queda espacio donde tocar el violín.