Las convicciones democráticas de la izquierda española y de su principal representante, el PSOE, son como sus programas electorales: se aplican en función de las circunstancias y de estrategias que cambian cuando conviene.
De ahí que las convicciones democráticas de los partidos de izquierdas sean convicciones coyunturales. Para la izquierda la democracia nunca ha sido el fin, sino el instrumento. De ahí la importancia de defenderla en sus fases primeras, es decir, antes de haber conseguido el fin último, que no es otro que el poder absoluto de manera permanente: la dictadura.
Semejante afirmación puede resultar escandalosa y propia de extremistas radicales a oídos de la sensible y dócil opinión pública de nuestros días, empapada de pensamiento políticamente correcto, o sea, el que dicta la izquierda. Sin embargo los hechos demuestran con tozudez machacona a lo largo de la historia que la izquierda española, de la mano de su primer timonel, el Partido Socialista Obrero Español, nunca ha tomado la democracia más que como estación de paso para hacerse con el control de la sociedad.
El PSOE ha participado en dictaduras militares de carácter fascista
Cada vez que el PSOE ha tenido oportunidad, ha tratado de acabar con la democracia, sustituyéndola por los modos totalitarios de su proyecto de destrucción de la nación. Incluso en los albores del socialismo español, el Partido Socialista ya dio muestras de su escaso aprecio a los derechos y libertades de la ciudadanía. En los años 20 del pasado siglo, PSOE y UGT se apresuraron a sostener y colaborar abiertamente con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, que se extendió desde 1923 hasta 1930.
Los dirigentes del PSOE y de su sindicato ocuparon altos cargos en el Directorio militar (Largo Caballero fue miembro del Consejo de Estado) y promovieron muchas de sus políticas. Unas políticas que historiadores y estudiosos no han dudado en calificar de emparentadas con el fascismo. Los socialistas las calificaron de otra manera. Indalecio Prieto:
“Ojalá todas las dictaduras fueran como la de Primo de Rivera.”
Los socialistas no tuvieron inconveniente en mancharse las manos durante aquellos años con una dictadura militar y una monarquía encantada del golpismo primoriverista porque de aquella circunstancia podían sacar tajada. Así, utilizaron su participación en la dictadura para cobrar ventaja en la pugna por liderar la izquierda española, aprovechando el Directorio para mantener a raya al incipiente Partido Comunista y para tratar de arrinconar a los poderosos anarquistas de CNT y FAI.
Y ha encabezado tres golpes de estado
Lo han hecho cuantas veces han tenido oportunidad. El 17 de agosto de 1930, agónica ya la dictadura en la que habían participado, se integran en el Pacto de San Sebastián, cuyos miembros se conjuran para organizar un golpe de estado militar que termine con la monarquía y proclame al segunda república. Cuatro años más tarde volverán a hacerlo. Y también dos años después.
El periódico El Socialista, órgano oficial del PSOE, difundía el 3 de enero de 1934, nueve meses antes de que este partido proclamara la República de Obreros y Campesinos de Asturias y la izquierda y los nacionalistas intentaran desde diversos puntos de España acabar con el Gobierno mediante un movimiento golpista:
“¿Concordia? ¡No! ¡Guerra de clases! ¡Odio a muerte a la burguesía criminal! ¿Concordia? Sí: pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, ¡atención al disco rojo!”
El Socialista, 27 de septiembre de 1934, un mes antes de la revolución golpista:
“Las nubes van cargadas camino de octubre: repetimos lo que dijimos hace unos meses: ¡atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro Octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras. La responsabilidad del proletariado español y de sus cabezas puede ser enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización.”
El Socialista, octubre de 1934:
“En pie y con ánimo inmodificable están al presente todos los trabajadores de España. Todos los trabajadores están a la espera de la crisis insoslayable y prevista por el juego de las fuerzas en jaque: marxistas y antimarxistas. Si se nos pidiera consejo, le daríamos en una sola palabra: rendíos.”
“Hemos llegado al límite de los retrocesos. Se nos ha embromado a los españoles para que nos prestemos propicios a transigir con una amenaza sangrienta. La consigna es particularmente severa: ¡Ni un paso atrás! ¡Adelante! Todos. En guardia, en guardia”
El descaro con que hoy los revisionistas del progresismo, con título académico o sin él, tratan de modificar la historia en nombre de una turbia memoria, cae hecho añicos ante la confesión que en 1944 escribía Indalecio Prieto, dirigente del PSOE, varias veces ministro de la república y participante en la revolución de Asturias:
“Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en el movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado; no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento; pero la tengo plena en su preparación y desarrollo.”
Dos años después, en 1936, el PSOE volvió a su actividad golpista de la mano del resto de formaciones de izquierdas y nacionalistas. Aprovechó para ello el recuento de votos de las elecciones, en las que la historia ha demostrado ya que el triunfo del Frente Popular es otro mito del revisionismo progresista.
De los 9.716.705 votos emitidos, el Frente Popular se hizo con 4.430.322 votos. La derecha logró 4.511.031 papeletas. En cuanto a los partidos de centro, sus votos alcanzaron la cifra de 682.825.
Para aliñar los resultados se utilizó primero la calle, donde se pregonó antes del fin del recuento un triunfo de las izquierdas que no había tenido lugar, y también la comisión de validez de actas parlamentarias, que hizo y deshizo hasta cuadrar los números de acuerdo con los intereses golpistas del Frente Popular. Las notorias irregularidades en el voto de cerca de dos decenas de provincias pasaron a mejor vida.
La última muestra de golpismo de la izquierda española
Tras el franquismo, la izquierda española ha cambiado sus modos. Ya no recurre al pronunciamiento militar, pero sigue practicando el golpismo, que forma parte de su identidad. A las jornadas del 11 al 14 de marzo de 2004 han sucedido los alborotos de la acampada de unos pocos miles de ciudadanos en el centro de Madrid. Pero la Puerta del Sol no es la plaza Tahrir sino el embrión de una nueva checa, la que prepara nuestra izquierda en el caso de que a los españoles se les ocurra echar del Gobierno de la nación al PSOE.
La izquierda reacciona hoy ante la posibilidad de perder el poder exactamente igual que en el 34 y sobre todo en el 36: está dispuesta a deshacerse de la democracia con tal de seguir controlándonos.
Cierto, no lo dicen de ese modo, están escarmentados. No hablan de deshacerse de la democracia. Pero cuando cuestionan “el sistema” y dicen que quieren cambiarlo, están hablando de la democracia.
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