Mientras chapotean en la misma mierda, los periódicos españoles, las cadenas de televisión y los (supuestamente) sesudos comentaristas políticos de las emisoras de radio se rasgan las vestiduras y hablan del periodismo basura de Rupert Murdoch y Rebekah Brooks.
Encontrarme todas las mañanas con Murdoch y su kapo en todas las portadas y en todos los titulares de informativos de radio y televisión reaviva en mi el rechazo que cada día más me produce mi propio oficio.
Los mismos periódicos que avientan gestos de repugnancia ante los procedimientos utilizados por Murdoch titulan hoy mismo “La madre de la periodista que denunció a Strauss-Kahn se acostó con él”, y dedican minuciosas crónicas a la supuesta vida sexual del dirigente socialista francés al que la justicia norteamericana no ha podido probar nada.
En las últimas horas hemos asistido a la transmisión en directo de dos muestras emblemáticas del estado de deshecho en que se encuentra el periodismo en España. Por un lado el cambio de chaqueta de la línea editorial de Prisa en El País, que el domingo se acostó zapaterista y el lunes se levantó indignado y pelillos a la mar (así se proclaman las repúblicas en España).
Por otro, el despido de un periodista del mismo grupo de comunicación, Carlos Carnicero (bienvenido a la libertad, colega, si esa es tu apuesta. Comprobarás si lo es por el precio que tendrás que pagar).
Y mientras babeamos ante sendos espectáculos, señalamos (señalan) con el dedo de señalar a Murdoch y Brooks y los condenan por ser los aviesos periodistas del eje del mal.
La doble moral impera en los medios españoles. Aquí hemos dado en creer que existe una línea divisoria entre medios “serios” y medios basura. O entre periodismo periodismo, y periodismo de estercolero. Nunca me he creído semejante majadería.
Cuando hacía televisión basura y enriquecía hasta extremos inimaginables a mis Murdoch (Antena 3, Canal Sur, Telemadrid, Canal 9), a mis Brooks (los directores de programas, las compañías productoras de televisión) y a mi mismo, me producía asco escuchar que una cosa es el periodismo y otra, Jesús Mariñas.
Alejado de aquel charco, hoy sigo pensando lo mismo: la frontera no se sitúa entre dos tipos de periodismo sino que está donde siempre, en la línea que divide a los buenos profesionales de los deshonestos.
Tengo el amargo convencimiento de que de los primeros quedan ya muy, muy pocos.