Anoche Telemadrid emitió un documental de trazo grueso y factura no demasiado profesional acerca del asesinato de Calvo Sotelo. Santos Juliá clama hoy desde el periódico socialista El País contra la “lamentable manipulación” de la cadena regional madrileña.
El documental me dejó un muy mal sabor de boca. No cuenta nada nuevo, pero refresca imágenes del pasado. Por ejemplo, la carta que escribió mi abuelo, simpatizante de Renovación Española, el partido de Calvo Sotelo, a mi abuela mientras estaba encarcelado por los nacionales y antes de que lo encarcelaron los republicanos: banderas españolas por todas partes, imágenes de Franco, lemas patrióticos y sello de la censura militar. “Me encuentro bien”.
Por ejemplo, mi abuela y sus hijos camino de Santander, andando desde Barcelona, agazapada en las cunetas durante los ataques aéreos, protegiendo a los niños con su cuerpo.
Por ejemplo, el registro de los asesinos de la CNT en busca de imágenes religiosas, la mirada del criminal cuando descubrió crucifijos y estampas ocultas en un armario.
Historias comunes a millones de españoles que perdieron su proyecto de vida a manos de los dos bandos, guiados por una clase política casi tan infecta como la actual.
La del 36 es la guerra que perdieron todos… y creímos ganar nosotros cuando en el 77 decidimos echar a andar sin mirar atrás.
Treinta y cinco años después uno de los dos bandos se ha empeñado en resucitar y ha decidido que el camino emprendido entonces fue un error.
El revanchismo y la imposición sectaria del modelo de sociedad de la izquierda, que trata de implantar sus clichés desde la transición, desencadena el retorno de los bandos enfrentados. Y también la eclosión de los hechos que desde 1936 la izquierda se empeñó en ocultar y tergiversar.
Quienes condujeron a la nación al conflicto vuelven a reproducir hoy los códigos políticos y culturales del pasado. En cuanto el PP llegue a Moncloa se entenderá perfectamente el sentido último del proyecto electoral del PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba. El giro izquierdista que señalan todos los analistas no tiene otro fin que el de la confrontación pura y dura y el exterminio de quien piensa distinto.
A la vuelta de la esquina nos espera un remedo de frente popular en el que vamos a ver de la mano al PSOE de Rubalcaba y a los etarras de Soitu; a los secesionistas de CiU y a los irredentos comunistas de Izquierda Unida; a los defensores de imaginarias naciones y a supuestos ecologistas y sindicalistas. La agitación callejera de la guerra de Irak será mera fiesta infantil al lado de la calle que encontrará Mariano Rajoy.
El proyecto electoral del PSOE de Rubalcaba, elaborado para llevarse a cabo en la oposición, es un proyecto de agitación y violencia destinado a hacer ingobernable la nación.
A la crisis económica se unirá un acelerado proceso de segregación territorial, la vuelta de los anacrónicos lemas de la lucha de clases y la definitiva corrupción de la convivencia.
La crisis moral en la que estamos sumidos, continuación de la crisis de civilización que asola Europa desde principios del pasado siglo, contiene ya todos los elementos necesarios para generar violencia: empobrecimiento acelerado de las clases medias, desafección política, crisis institucional, hundimiento del modelo cultural, quiebra de la convivencia, división social, destrucción de los valores fundamentales de la sociedad.
La pregunta a estas alturas ya no es si llegaremos a vivir el muy previsible final de este proceso, sino cuándo y cómo surgirá la violencia y qué forma adoptará. Pero no nos engañemos, porque no estamos ante una visión pesimista del futuro sino ante hechos mensurables ahora mismo: la violencia ya está aquí. Y el comunicado que ETA hizo público ayer no es más que una de sus múltiples manifestaciones. No necesariamente la peor.
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El PSOE más peligroso es el derrotado