“En cada generación, parece que sucumbe y que sus enemigos triunfan. El combate entre la Iglesia y el mundo, es así: parece que cada día el mundo le gana terreno a la Iglesia, sin embargo, es la Iglesia la que en realidad se lo gana al mundo.”
“Este es de nuevo un motivo de perplejidad para los creyentes, como leemos en los Salmos y los Profetas, es decir, que los malvados prosperan, mientras que los siervos de Dios parecen fracasar. Y así en tiempos del Evangelio. La Iglesia, por tanto, tiene este privilegio especial, que no posee ninguna otra religión, a saber, que habiendo sido fundada desde la primera venida de Cristo, no desaparecerá hasta que Él vuelva otra vez.
Mientras tanto, en cada generación, parece que sucumbe y que sus enemigos triunfan. El combate entre la Iglesia y el mundo, es así: parece que cada día el mundo le gana terreno a la Iglesia, sin embargo, es la Iglesia la que en realidad se lo gana al mundo. Sus enemigos están siempre triunfando, aparentemente dejándola como vencida, y sus miembros se desaniman con frecuencia, sin embargo, la Iglesia permanece...
Los reinos se fundan y se desploman; las naciones se extienden y se reducen; las dinastías empiezan y terminan; los príncipes nacen y mueren; las coaliciones, los partidos, las ligas, las ocupaciones, las corporaciones, las instituciones, las filosofías, las sectas y las herejías se fundan y después desaparecen. Tienen su tiempo, pero la Iglesia es eterna. Sin embargo, en su tiempo, parecen tener una gran importancia...
En este momento, muchas cosas ponen nuestra fe a prueba. No vemos el futuro; no vemos que lo que parece tener éxito ahora y crece más, no durará mucho tiempo. Hoy, vemos filosofías, sectas y clanes extenderse, florecientes. La Iglesia aparece pobre y impotente... Rogamos Dios, para que nos instruya: necesitamos que nos enseñe, estamos muy ciegos.
En una ocasión, cuando las palabras de Cristo los habían puesto a prueba, los apóstoles le dijeron: "aumenta nuestra fe" (Lc 17,5). Vayamos sinceramente: no nos conocemos; necesitamos su gracia. Cualquiera que sea la perplejidad que el mundo nos inspira..., vayamos a él con un espíritu puro y sincero.
Pidámosle humildemente que nos explique lo que no entendemos, que abajemos nuestro corazón cuando se obstina, y que seamos capaces de amarle y obedecerle lealmente cuando le buscamos.” Beato John Henry Newman.
Este texto del Cardenal Newman está tomado de Evangelio del día.