Junto al morbo, en esta historia hay mucho inquisidor ególatra y de momento poquísima enjundia. Las cuentas pendientes de la casa real con su pueblo están en otro libro de contabilidad.
Que sepamos, poca cosa. Ha sucedido exactamente lo mismo que cuando El País empezó a filtrar supuestos documentos valiosísimos sobre el caso gurtel y Francisco Camps. Poca cosa. Mucho ruido y cuatro nueces mal contadas.
Qué se busca
Ni regenerar la nación, ni limpiar el país de corruptos. Se está haciendo con Urdangarín lo mismo que con Camps. Y lo que se trató de hacer con Camps fue desgastar a Rajoy.
Quién es el culpable
Lo sabremos en su momento. O no. Pero quizá lo más probable es que el yerno del rey quede como un torpe conseguidor que ha abusado de su situación y que tal vez haya sorteado a la hacienda pública. Del todo reprobable, si es así. Pero nada comparado con el nivel de corrupción de la clase política nacional, regional y local, con la corrupción que se consiente en las instituciones y poderes del Estado y con la corrupción que practica la ciudadanía cada día, y cuyo único límite se fija en el umbral del miedo a ser descubierto.
Quién es responsable
Sin duda el rey. Y unos cuantos más. Los servicios de información y de la seguridad del Estado. El Ministerio de Interior, de quien dependen. La presidencia del Gobierno, de quien depende el anterior. Es decir, las primeras instituciones de la nación: la jefatura del Estado y la jefatura del Gobierno. Triste destino en lo universal el de ambas jefaturas en los últimos años.
El rey ha quedado tocado
La sensación de que Juan Carlos I hace ya tiempo que no controla su casa empieza a resultar demasiado evidente. Pero no surgen alternativas. ¿Porque nadie se atreve? En absoluto: porque carecemos de ellas. Con la clase política que tenemos, ¿qué ciudadano medianamente sensato se lanzaría a una aventura republicana? ¿Para tener que aguantar a un Zapatero coronado? ¿A una Pajín? Porque a esos personajes votó la mayoría en 2004 y 2008.
El rey está tocado ante una parte sustancial de la nación. Pero en absoluto porque su yerno tenga poca cabeza o, en el peor de los casos, la mano larga. Ni siquiera porque una de sus hijas no sepa lo que firma. O sí.
El rey está tocado ante muchos ciudadanos porque ha destruido su propia tarea del pasado para convertirse en rey de una parte de los españoles. Y no precisamente de aquella que es partidaria de la institución.
Por ese motivo tantos ciudadanos asistimos a la caída de la popularidad de la casa real con la mayor de las indiferencias. Después de habernos sentido traicionados demasiadas veces en los últimos 10 años por esa institución, allá se las compongan.
A pesar de que lamentaremos profundamente que el final de este camino sea un Zapatero o una Pajín coronada. Y acepto apuestas de cualquier cuantía.