Como Batman y la moda de los 80; como la sequía y los ateos vociferantes; como las faldas drapeadas y los congresos del PSOE; como las páginas de descargas ilegales y los blogs de Víctor Gago; cumpliendo el rito del péndulo oscilante que va y viene y nunca desaparece, señoras y señores… ¡Zapatero vuelve!
Contra todo pronóstico (es la viva demostración de que cualquiera en España puede ser presidente del Gobierno) el expresidente es poseedor de un trasero nato y vitalicio: en razón de su excargo, Zapatero puede formar parte de la institución. Siempre y cuando lo pida expresamente, esas son las normas del Consejo de Estado: los miembros natos debe comunicar que desean ejercer de tales.
“¡Eh! ¡Que quiero ser miembro!”
Además los expresidentes del Gobierno son miembros del Consejo de Estado mientras vivan. Sucede sin embargo que tanto Felipe González como José María Aznar renunciaron a esta canonjía.
Zapatero no.
"¡Eh! ¡Ábranme la puerta!"
En algo debe ocupar ZP su tiempo de jubilado de oro con cargo al erario público. No le esperan conferencias y ningún millonario mexicano, ningún magnate mediático le va a ofrecer puestos de consejero aúlico.
Así pues hoy Zapatero ingresa en el Consejo de Estado para siempre, sumando a su renta de jubilado de Moncloa la nómina que le caiga en esa institución, y que me da pereza (y miedo) averiguar.
Se encontrará allí con ilustres representantes de nuestra clase política en estado de hibernación. Allí le aguardan trileros de la vida pública como Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón; exministros socialistas aficionados a soltar presos a millares sin esperar al cumplimiento de sus condenas, como Fernando Ledesma; guardianes de los intereses de partido (también Socialista) como Francisco Rubio Llorente; excéntricas caricaturas políticas como María Teresa Fernández de la Vega; polémicos exsecretarios de casa real, como Alberto Aza; peronistas extremeños como Juan Carlos Rodríguez Ibarra, et alii.
Mientras tanto cada vez más ciudadanos pensamos que los políticos que han gestionado manifiestamente mal (especialmente los dineros) deben vérselas con la Justicia. Y no precisamente con el Tribunal de Cuentas, sino con el juzgado de guardia.
Me repugna la sensación de vivir en el mismo país en el que hozan quienes han dejado sin proyecto de vida a tantas personas. En el país en el que quienes han condenado a tantos a la miseria se embolsan cada mes decenas de miles de euros procedentes del esfuerzo de esas mismas personas.
Suena un poco antisistema, lo sé. Pero no es justo que un individuo como Rodríguez Zapatero goce ahora de una sinecura como la del Consejo de Estado.
El problema es que quienes deciden estas cosas no son los que votan, sino los votados. Y lo hacen de espaldas a los que les votaron.